Nada se olvida en Chechenia

Los datos registrados por muertes, en favor de la independencia y a través del uso del terrorismo en el Norte del Cáucaso ruso son, alarmantes. En agosto, en un atentado suicida con coche bomba en la localidad de Ingushetia, 25 personas resultan muertas y un centenar heridas. En septiembre, un Kamikaze pierde la vida en Grozni, capital de Chechenia. Al mes siguiente, 20 miliaciones chechenos fallecen en una operación especial de la policía rusa. En diciembre, un grupo islámico, bajo la reivindicación de la controvertida independencia de este territorio, se ha atribuido la responsabilidad del descarrilamiento de un tren en Rusia, con el fatal resultado de 26 nuevas muertes.
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El origen de este interminable conflicto entre Chechenia y Rusia persigue a miles de ciudadanos que en su día a día se ven afectados por incursiones policiales, atentados suicidas, coches bomba, registros domiciliarios, asesinatos de activistas y abogados en defensa de derechos humanos... una lista de obstáculos que también resulta ser infinita. La desintegración de la Unión Soviética y el nuevo mapa político-estratégico que dibujó Stalin, ha provocado conflictos entre numerosas naciones que a día de hoy aún no se han solucionado. Osetia del Sur y Abjasia reclaman la independencia de sus territorios al Estado georgiano, quien se niega a reconocerlo y cuya oposición le enfrente a la gran Rusia, que paradójicamente a favor de la independencia de aquellos se aferra a negarle tal derecho a Chechenia.

El inicio de la brutalidad

En la obra "Basta de Mentiras" de John Pilger, el reportaje "Chechenia: Una guerra sucia 1999-2002" escrito por la periodista Anna Politkovskaya, que en el año 2006 sería asesinada, demuestra la brutalidad ignorada por Occidente en este territorio y el poder de altas autoridades, que se traduce en la impunidad ante manifiestas violaciones de derechos humanos. En el elaborado trabajo del que fue testigo directa, se relata la denuncia de la acción rusa por organizaciones defensoras de derechos humanos y, a pesar de la existencia de una condena, la participación de Putin en el Consejo de Europa, signatario del Convenio Europeo para la Protección de Derechos Humanos y responsable ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.


En 1994 comenzó la guerra entre los dos territorios, y tras un acuerdo alcanzado en 1996 por el entonces presidente Yeltsin, el 1 de octubre de 1999 las fuerzas rusas atacaron nuevamente Chechenia. Putin desarrolló una "campaña antiterrorista", vinculando al terrorismo internacional y a Osama Bin Laden, el estallido de unas bombas que provocaron 200 muertes en Moscú. Sin embargo, no se ha demostrado que fueran los chechenos quienes cometieron tal atrocidad. Esta campaña provocó la masificación de personas en campamentos de refugiados. Anna Politkovskaya afirma en el reportaje que "aunque se ha declarado el fin oficial de la guerra, los soldados rusos continúan disparando a civiles sin motivo aparente. La tortura es moneda corriente, han desaparecido dos mil civiles y los más probable es que los rusos no tengan que pagar sus excesos. El maltrato a la población civil ha engendrado una cultura de la venganza: los rebeldes están reconstruyendo sus filas con nuevos reclutas de familias diezmadas".
A pesar de las numerosas denuncias de violaciones de derechos humanos perpetradas, lo cierto es que "Putin se convirtió en el hombre de Washington y Londres, y a cambio recibió carta blanca en la conflictiva Chechenia"

Una guerra que no produce indiferencia en todos

Natalia Estemírova, el 15 de julio de 2009, jefa de la filial de la organización Memorial de Chechenia. Zaremá Saduláyeva y su marido, 11 de agosto de 2009, activistas de derechos humanos en la sede de Unicef de Grozni. El periodista Malik Ajmedílov, 11 de agosto de 2009, corresponsal del periódico Hakikat (La verdad).

Todas las balas usadas para producir la muerte de estas personalidades y los coches donde se han encontrado sus cuerpos apuntan indirectamente a altos dirigentes: Ramzán Kadírov, líder checheno y Dimitri Medvédev, Presidente de Rusia, cuyas declaraciones provocan desconfianza en los activistas.

Detrás de estos hechos se oculta una verdad. El alzamiento de la voz contra un poder que usa fines ilícitos y atroces para la consecución de sus fines. Un alzamiento que puede ser acallado por el impacto de una bala, pero cuya capacidad se aleja de ocultar la huella de una barbarie impresa en la perspectiva histórica de una civilización, a priori democrática.

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